rastro de madridSi hay un elemento que define parte de la personalidad de la ciudad de Madrid y que constituye casi un símbolo por excelencia de sí misma es el rastro de Madrid. De hecho, el rastro de Madrid es enorme, ocupa gran cantidad de calles, y se extiende con sus paradas de todo tipo por una gran parte de espacio, dando un gran color y animosidad a toda la zona.

Empieza en la Plaza de Cascorro, en Tirso de Molina, se extiende a lo largo de la Ribera de Curtidores, Plaza Vara del Rey y calle Amiches, Carnero y hasta llegar a la Plaza del Campillo Mundo Nuevo. Como se puede observar, es de unas dimensiones considerables.

El rastro es en cierta forma un submundo particular, que se ha sabido adaptar con más o menos gracia al paso del tiempo, constituyendo un fijo de zona de reventa y de compra de gangas, muchas veces vinculadas con la propia miseria de algunos de sus compradores y vendedores, pero que da carácter a la zona y a la propia Madrid, y que da un ejemplo gráfico de que toda la pompa y grandiosidad de las ciudades a veces no lo es tanto. De hecho, el nombre de rastro responde a que en la zona habían muchos mataderos, y por tanto se vendía carne y despojos (rastros) y de ahí su peculiar nombre. También hay una versión paralela, que establece que aquí era donde los alguaciles de la ciudad encontraban el “rastro” de muchos objetivos robados en la ciudad.

Sea como sea, a partir de que hubieran instalados mataderos, algunos curtidores se fueron asentando en la zona, y de aquí un efecto dómino con el llamamiento a los artesanos de cuero, traperos y así hasta la actualidad. El rastro de Madrid es todo un ejemplo de la vitalidad de la oferta y demanda.

Cada domingo empieza la verdadera acción, a partir de las nueve de la mañana se puede ver el montaje de todas las paradas, es a partir de las diez cuando ya empiezan a pasear de un lado a otro los compradores y vendedores, así uno puede pasarse horas regateando o observando todo tipo de objetos en el rastro de Madrid.